Un día más, la mujer, se disponía
a seguir con el agradable paseo que durante los últimos años la sacaba de la
rutina diaria. Caminaba en silencio con aspecto taciturno y paso inseguro,
tenía la espalda encorvada como si llevara el peso del mundo sobre ella. Siempre
hacia el mismo recorrido y contemplaba el mismo escenario de la calle
intentando retener en su memoria cada pequeño detalle, se podía decir que sabía
hasta el número de ventanas que cubrían los edificios por los que pasaba.
Sin embargo, ese día en una de
las ventanas vio algo que nunca antes había visto y que le resultó extraño,
tras el cristal alguien la observaba fijamente. Se quedó parada mirándolo y
después de un rato cayó en la cuenta de que ese rostro le resultaba vagamente
familiar. No sabía si era por los ojos, unos ojos que miraban con la sabiduría
que les había proporcionado varias décadas de contemplación. O quizás fuera el
amago de sonrisa que afloraba en la boca, desgastada por los años que llevaba
utilizándola, o las arrugas que le surcaban la frente y con un suave zigzagueo
recorrían la cara para seguir su viaje por el cansado cuerpo. Aunque también
podría ser el mar de plata que cubría su cabeza el que le producía esa sensación
de conocimiento.
En cualquier caso, pensó, no conozco a nadie
con ese aspecto. Finalmente, vencida por el cansancio después de tanto tiempo
intentando recordar, opto por seguir su trayecto. A medida que la anciana se
iba alejando y el sol se apagaba lentamente, el reflejo en la ventana fue
desapareciendo en las sombras después de haber cumplido su triste misión en el
fin de los tiempos.
Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre y la vista más amplia y serena.(ingmar bergman)
Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre y la vista más amplia y serena.(ingmar bergman)
ABRAZOS VIRTUALES