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martes, 8 de septiembre de 2020

Sentido y sensibilidad

 

Una vez observé las olas fulgurar a la luz de la luna proyectándose viciosas sobre la inmensa alfombra azul y me estremecí. No sé qué ocurrió aquel día para que aflorara en mí una sensibilidad que hacia un milenio que no se dejaba ver ni sentir. Me arrulló y reconforto, sentí su calor inundando mi cuerpo y un suspiro eterno brotó de mi boca.

Hemos nacido en este mundo antiguo, anciano, y vivimos encerrados dentro de sus muros, sin querer ni poder alejarnos, mientras nuestra vida va deslizándose gota a gota por la cascada del tiempo. Navegando por él sentimos la necesidad de sentir la sensibilidad para que nos inunde con su caudal de armonía. Nadie sabe de dónde viene, ni cuál es su origen, pero lo que sí sabemos es que en la lotería de los sentidos es un hermoso y puro patrimonio.

Probablemente, mi esencia sensitiva estuvo adormecida esperando la chispa que la reviviera para recordarme que habitaba dentro de mí. Ese día deje resurgir mi sensibilidad extraviada que desgarró el acero que cubría mi alma. Y antes que termine mi tiempo volaré con el viento sintiendo como las olas salpican mí rostro.     

 

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