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martes, 8 de septiembre de 2020

Somos lo que somos

 

Desde que traspasé la puerta del mundo adulto siempre he intentado conseguir que mis acciones fueran en consonancia con mis ideas. Algunas veces lo he logrado y otras me he quedado a medio camino, pero lo que tengo claro es que cada paso que he dado me ha servido para dirigir el siguiente que debía dar. Ha habido momentos que mi impaciencia me ha empujado a recorrer con grandes zancadas un trayecto que me ha parecido demasiado largo, y probablemente se me ha hecho más corto, pero no se ha quedado incompleto de proyectos sin realizar.

Me ha costado mucho llegar a ser quien soy, ha sido un viaje lleno de altibajos que me han ido moldeando, pero he logrado mi sitio en este mundo, mi propia identidad. Atrás quedaron todos los pensamientos superfluos que nada me aportaron, y todas las mierdas que se colaron en mi existencia para no dejarme respirar.

Me sentí libre el día que oí la voz de mi conciencia gritándome que fuera yo misma, instándome a no ocultar mi Jekyll y Hyde, estos dos caracteres de la personalidad que todo el mundo tiene, en mayor o menor medida, y que dan la cara según las situaciones a las que estemos sometidos.

Ya tengo todas las piezas del puzle encajadas mostrando lo que ha sido y es mi vida. Ya no juzgo, o por lo menos intento no hacerlo, porqué tampoco me agrada que me juzguen a mí, aunque comprendo que a veces es un hecho inevitable. Llega un momento en el que nos damos cuenta que somos lo que somos y no hay vuelta atrás. Y no nos ha salido gratis conseguirlo, hemos pagado un peaje muy elevado para que este proyecto de vida se escape por el sumidero de la infelicidad.     

 

 

                  La experiencia no es lo que te sucede, sino lo que haces con lo que te sucede.

                                                                                           (aldous Huxley)


 

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